PRIMERA EDICIÓN: 2014

Un día casi perfecto

Serie Nuevas oportunidades 3

Romance contemporáneo

 

    El amor rara vez es sencillo... 

   Cuando James conoció a Elizabeth supo que su vida, tal como la conocía, estaba a punto de cambiar para siempre. Después de tenerla en su cama, se dio cuenta de que nunca la dejaría escapar, pero ella no era de la misma opinión. 

  Elizabeth no podía enamorarse. Había sufrido tanto que su corazón estaba helado. Sabía que nunca lo entregaría de nuevo y James merecía mucho más que una vida a medias. 

  Sin embargo, las cosas raras veces salen como las planeamos y, tras una extraña propuesta, Elizabeth accede a pasar un día en su compañía.     24 horas para poner a prueba la intensidad de la unión serán suficientes para decidir cuál de los dos ganará: ¿El amor o la pasión? 

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PRÓLOGO


Los golpes en la puerta sonaban desesperados. Eran las tres y cuarto de la mañana y Jamie llevaba horas dormido. Había sido un día demasiado largo. Habían llegado varios pedidos esperados, había hecho de niñero un buen rato para su preciosa y deliciosa amiga Minerva y, ahora, cuando por fin se había quedado dormido, algún loco interrumpía su descanso.

Los golpes sonaron aún más fuertes haciendo retumbar los cristales de la librería.

—Ya va —gritó mientras bajaba los escalones medio dormido, descalzo y en calzoncillos, con una camiseta de los Minions negra cubriendo su pecho. Retiró la cortinilla y echó un vistazo para ver al otro lado a una muy empapada Elizabeth.

No podía creer lo que veían sus ojos y aun así se apresuró a abrir.

—Elizabeth, ¿qué diablos...?

No pudo decir nada más, la mujer lo empujó contra el mostrador y lo besó con desesperación, degustando su boca mientras tiraba de su camiseta. La puerta estaba entreabierta y el aire helado de la tormenta hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo, pero no le dio importancia; tenía a la mujer que le quitaba el sueño entre sus brazos.

Pronto se convirtió en agresor mientras la pegaba a la pared y la besaba, apresándole los brazos por encima de la cabeza para evitar que lo tocara. Elizabeth se removió bajo él tratando de alcanzarle, mientras Jamie trataba de recuperar el aliento y encontrar una explicación a lo que fuera que estuviera ocurriendo.

—¿Elizabeth? —preguntó sin saber si quería interrumpir tan delicioso momento—. ¿Qué sucede?

No hubo respuesta, solo una femenina mirada brillante mientras su respiración agitada hacía que sus deliciosos pechos empujaran la húmeda tela, dándole una buena panorámica de lo que podría encontrar, si apartaba su camiseta.

James tragó saliva mientras la miraba a los ojos tratando de ignorar tan suculenta visión.

—¿Te encuentras bien? ¿Cuándo has llegado?

Ella se retorció sin decir nada hasta conseguir liberarse de su agarre y volvió a llevar las manos a su cuerpo, metiéndolas por debajo de la camiseta.

—Elizabeth —advirtió, pero ella  no pareció notarlo. O quizá lo notó, pero no quiso darle importancia.

James se apartó reuniendo toda la fuerza de voluntad que poseía  y cerró la puerta, corrió el cerrojo y trató de apelar a su concentración, pero ella ya estaba a su espalda, acariciándolo y llevando la mano a su entrepierna.

La sostuvo antes de que lograra su objetivo.

—Ya basta, Elizabeth. No sé qué habrás tomado, pero es obvio que no estás en tus cabales. —Con un suspiro resignado se giró y la alejó de él, sujetándola para mantenerla a una distancia prudencial, antes de que su cerebro se hiciera papilla del todo y una parte menos lógica de su cuerpo se hiciera cargo de la situación—. Cuéntame qué te sucede.

La mujer lo miró y negó.

—¿Qué más da? Me quieres y me deseas; aquí me tienes. Sé que has estado buscándome y he venido a ti. No me busques más. —Lo besó de nuevo con ímpetu, restregándose contra él, acariciando con su palma una gloriosa erección completamente lista para ella.

Jamie negó mientras la alejaba un instante después de haber mordisqueado sus labios ligeramente, casi sin darse cuenta, mientras con voz ronca decretaba:

—No te tendré así. No quiero un revolcón rápido y ya está. Lo sabes. —Caminó un par de pasos para quedar fuera de su alcance—. Céntrate, mujer. —La miró sin comprender—. ¿Qué te sucede? No pareces tú.

—Nada, no me pasa nada. ¿Por qué los hombres no podéis callaros y hacer lo que se requiere por una jodida vez? ¡Solo quiero follar contigo! ¿Es que no dices desearme? Pues aquí estoy, tómame.

—Después de casi un año sin saber de ti... ¿Qué te ha pasado?

Elizabeth gimió exasperada y  lo miró incrédula.

—¿Estás hablando en serio? Sé que estás duro como una roca por mí y quieres... ¿hablar? ¿De qué psiquiátrico te has escapado?

—Del mismo que tú. —Los ojos de James brillaban con una advertencia mientras la miraba—. No voy a aprovecharme de ti, poco me importa que muchos otros lo hicieran antes. Eres importante para mí y si no puedes lidiar con eso, ya sabes dónde encontrar la salida.

—¿Por qué eres tan jodidamente bueno, James? —preguntó manteniéndole la mirada sin titubeos.

—Porque necesitas a alguien que lo sea, Elizabeth.

Sin decir más, pasó de largo y subió la escalera sin mirar ni una sola vez atrás.